Fuego, le alumbra el fuego
que bajo el papel de plata
va calentando el veneno
que sin freno y sin perdón la matan.
Fuego, la alumbra el fuego,
sus ojos vidrios rotos,
esos ojos que de niño
solamente con un guiño
mi corazón volvian loco.
Sentada en su escalón
en su oscuro rincón,
quien sabe en que planeta.
Va de galaxia en galaxia
sin distancias ni maletas,
sin distancias ni maletas.
Y aunque su madre rezara
porque a su niña se le acabara
la maldición que la consumía,
ni un santo bajó del cielo
despues de escuchar su ruego
para aliviar su agonía.
Pero yo se por mi mismo,
que cualquiera en mi barrio
pudo haberse caído en aquel abismo.
Mil veces quiso salir de aquella vida infeliz
pero su fuerza se agotó con cada intento.
Y ahora cuando paso por la calle
si me ve vuelve a guiñarme,
y grita desde la esquina,
y grita desde la esquina,
óle! los niños bonitos!
y quien pudiera volver atrás
y vivir la vida...
Vivir la vida.